Presentación

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jueves, 21 de julio de 2011

Supongo que esto es un adios...


-¡Elena cuidado! -oí a Stefan gritarme antes de que me empujara tirándome al suelo.
Me giré a tiempo de ver un coche acelerando. Busqué a Stefan y le vi tirado en el arcén. No se movía.
Fui corriendo donde estaba.
-¡Stefan! Stefan dime algo...- le dije desesperada. Se movió un poco y puso cara de dolor.- Stefan, ¿Estas bien?
Cayo inconsciente mientras yo llamaba a una ambulancia.
Le hice primeros auxilios pero no servia de nada.
-Elena…- susurró Stefan, y me apresuré a ir junto a él.- Te quiero.
Sonaba a despedida.
Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas descontroladas.
-Stefan, yo también te quiero, pero no me dejes...- le supliqué.
-Supongo... que esto es... un adiós...- me contesto únicamente mientras cerraba los ojos.
Le zarandeé, pero no sirvió de nada. Le tomé el pulso. No tenía, no respiraba.
Me desperté sobresaltada en mi cama. No era la primera vez que tenía esa pesadilla.
Stefan había muerto por mi, y eso dejaba marcado a cualquiera. Me acordé de la marca que me dejo con seis años. No quería darme galletas y le cogí una, y a la vez que se giraba para decirme algo me dio sin querer y me hizo un maratón.
Me eche a reír de lo blandengue que era.
En cambio Stefan nunca me había dejado desde que nos conocimos en las casitas. Habíamos vivido muchísimas cosas juntos. Cumpleaños, caídas, clases, fiestas de pijamas, la vida...
Siempre que pensaba en él, aparte de sonrisas y lágrimas por los recuerdos, me acuerdo de aquel día maravilloso. El día del beso.
Un día sin más me besó. Y me di cuenta que estaba enamorado de mí. Pero no sabía cuanto hasta el accidente…
Había pasado hacía ya tres meses.
Le seguía queriendo, y mucho, pero llevaba tiempo pensando que si me salvo el querría que siguiera viviendo mi vida.
Así que me arrodille junto a la cama, saqué una foto suya y con lágrimas en los ojos le dije:
-Supongo que esto es un adiós...

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